Todos hemos pasado por ahí: abres un documento nuevo, escribes “Capítulo 1” y te abalanzas sobre el teclado con la adrenalina de quien empieza una gran aventura. Doscientas páginas más tarde (o diez, según el caso) descubres que tu historia hace aguas por más sitios de los que puedes tapar con los dedos.

Tranquilidad: equivocarse es parte del oficio. Hoy voy a señalar los siete fallos que más encuentro en manuscritos de escritores que comienzan — y las herramientas concretas que uso para remediarlos (porque sí, a mi también a veces me pasa).

1. Empezar demasiado pronto (o demasiado tarde)

Muchos borradores arrancan con un prólogo lleno de antecedentes o, por el contrario, lanzan al lector a una acción frenética sin contexto. Ambos extremos fatigan a un lector que no se lo espera.

Solución: inicia tu novela en el momento exacto en que el protagonista pierde el equilibrio. Ese instante suele coincidir con la primera decisión que cambiará su vida. Haz la prueba: elimina las primeras dos páginas de tu capítulo inicial y revisa si la historia sigue siendo comprensible; si mejora, es que el arranque estaba inflado.

2. Personajes habladores, pero mudos de acción

Un personaje que solo conversa no permite que avance la trama. El lector quiere verlo decidir, errar, reaccionar, fallar y en ocasiones hundirse y resurgir de sus cenizas.

Solución: aplica la regla “diálogo ↔ acción”: cada bloque de diálogo debe alterar la situación o revelar algo que obligue a actuar. Si tu escena puede leerse igual tras suprimir los diálogos, reescríbelo. Verás la diferencia.

3. Describir con el zoom equivocado

Poner detalles microscópicos de la decoración que rodea a la trama o panoramas de dron cada tres líneas de tu texto desconcentran, y provoca que pierda interés el lector.

Solución: pregúntate: “¿Este detalle afecta a la emoción o la trama?”. Si no, fuera, elimínalo. Practica la descripción focal: muestra solo lo que el protagonista notaría bajo estrés.

4. Capítulos sin mini-cliffhanger

Terminar un capítulo “en calma” invita al lector a cerrar el libro y dejar la lectura para “otro día”.

Solución: cierra cada capítulo con una pregunta abierta, dilema o revelación parcial. Piensa en un anzuelo emocional, no necesariamente en una explosión; bastan tres palabras como — …o eso creía.

5. Tramas secundarias que devoran a la principal

Añadir subtramas sin condimento que se vuelven plato principal hace que tu novela pierda rumbo.

Solución: dibuja un mapa de hilos (puedes usar tarjetas Trello por ejemplo): línea principal en rojo, subtramas en gris. Cualquier subtrama que no cruce la línea roja al menos dos veces es prescindible.

6. Narrador inconsistente

Saltar de primera a tercera persona, o filtrar pensamientos de varios personajes en una misma escena, crea un “desdoblamiento brusco”.

Solución: elige cámara y distancia: primera cercana (para que el lector sienta las tripas) o una tercera limitada (sigues a uno de los personajes, no necesariamente el principal). Marca al inicio de cada capítulo quién guía la lente y no la cambies sin una razón poderosa.

7. Revisar solo con los ojos

Leer en silencio engaña: tu cerebro corrige errores automáticamente, pero no te los dice tan fácilmente.

Solución: lee en voz alta. Detectarás ritmo roto, cacofonías y repeticiones. Si te da vergüenza, usa la función TTS de tu móvil o grábate para escucharte luego. No es un defecto tener que editar el mismo capítulo 100 veces.


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